Columna de Opinión: "Y esa correa transportadora que tranquila te baña". Por Lucio Cañete Arratia
Ante la saturación de las vías terrestres y la escasez de energía en la movilidad vehicular, la popular corriente de Humboldt que fluye regularmente a lo largo de gran parte de nuestras costas se propone como una alternativa sustentable para aprovecharla cual correa transportadora natural y así enviar desde el sur de Chile, algunos bienes que en el norte son deficitarios
Gran parte de las costas chilenas son recorridas por aguas del Pacífico que aparte de ser frías, tienen un lento pero permanente movimiento hacia el norte. Se trata de la corriente oceánica de Humboldt, la cual corresponde a un complejo de movimientos de masas marinas cuya resultante se percibe como un flujo de agua paralelo a la costa.
La colosal energía que provoca este movimiento depende de condiciones planetarias que han mantenido una suficiente regularidad para suponer que es poco probable que la corriente cese o que circule en sentido inverso durante los próximos siglos. De hecho, diversa fauna marina aprovecha esta corriente para sus procesos vitales y muchos objetos son frecuentemente arrastrados por ella tal como aquella canoa indígena del sur de Chile que como testigo de este fenómeno natural se exhibe en el Museo Arqueológico de La Serena, luego de arribar a las playas de la bahía de Coquimbo.
Atendiendo a tal regularidad y al constatar la relativa escasez de vías de transporte terrestre desde la Zona Central de Chile hacia el norte del país, con total ausencia de ferrocarriles y un monopolio longitudinal carretero representado por la Ruta 5 Norte, ahora la corriente de Humboldt es mirada como un medio para transportar bienes que escasean en el norte del país y que son abundantes en las regiones de más al sur. Agua dulce y productos silvoagropecuarios serían los primeros candidatos a realizar este viaje de largo recorrido longitudinal.
En términos simples se trata de colocar grandes plataformas flotantes con su valioso contenido y mínimamente tripuladas en la corriente, para dejar que esta correa transportadora natural las lleve hacia el norte. Este pionero medio de transporte presenta varios aspectos positivos tales como el uso de energía totalmente renovable, la no sobrecarga de los actuales caminos y ningún requerimiento de expropiación ni construcción de túneles o puentes para nuevas carreteras.
Aunque la corriente pueda alcanzar hasta 0,18 m/s, esta lentitud no es un problema considerando envíos programados. Es decir, si se sabe que una partida de bienes se demora por ejemplo un par de meses en llegar desde Valparaíso hasta frente a Antofagasta, la nave se envía con dos meses de anticipación. Las dificultades se deben al desconocimiento de tres asuntos fundamentales: comportamiento de la corriente, sistemas de control de las naves y materialidad de ellas.
En efecto, aunque se sabe que la corriente de Humboldt es en general constante, están poco estudiadas las variaciones de ella tanto temporales como espaciales que pudiesen desviar las naves hacia destinos no deseados. Por ello resulta imprescindible generar una cartografía de velocidades que muestre tridimensionalmente los vectores de la corriente para diferentes épocas del año.
Las perturbaciones debido a eventos meteorológicos o a comportamientos caóticos de la propia corriente, pueden anularse a través de sistemas de control que encaucen a las naves una vez que los sensores de posicionamiento detectan alguna desviación indeseada. Es en estas situaciones cuando las naves ocuparían energía propia, la cual será más pequeña mientras más conocimiento se tenga de la corriente. Puesto que existe tecnología para ello, idealmente es que estas naves sean automáticas y se desplacen con todos los dispositivos para un tránsito marítimo seguro.
Finalmente, puesto que la corriente no regresa, tampoco regresan por dicha vía las naves y ante ello se debe concebir una materialidad que haga que tales recipientes móviles sean bienes altamente valiosos en el norte una vez vaciados. Es decir, el proyecto tiene el desafío de que las naves después que cumplan la función de transporte marítimo, ingresen ya sea en todo o en parte a otros procesos productivos. Manufacturar naves en base a materiales vegetales, por ejemplo, los cuales una vez en territorio semiárido pueden servir de abono y/o como elementos constructivos, parece ser una idea interesante.
Superadas estas tres dificultades, la presente iniciativa puede ser replicada en otras partes del mundo donde corrientes mucho más veloces y estables también recorren costas con asimetría geográfica cuyos bienes demandados en determinadas regiones, pueden ser transportados desde donde se ofrecen en virtud a los flujos oceánicos.